miércoles, 25 de noviembre de 2015
INTI RAYMI
INTI RAYMI
Inti Raymi, la fiesta del sol,
está al principio, una ceremonia religiosa inca en honor del Inti, el padre
sol. Marca el solsticio del invierno en los países andinos del hemisferio
Meridional.
En la época, la muchedumbre esperaba la aparición del Dios Inti con gran respeto. Cuando el sol aparece expresaban su reconocimiento a través de mucha alegría para la posibilidad de aprovechar cada día del sol y por consiguiente de adorarlo tanto. Durante la ceremonia una llama fue también sacrificada para prever el año próximo, en respuesta a esto una gran marcha militar se celebraba y la fiesta se proseguía así durante varios días.
La ceremonia actual se efectua el 24 de junio de cada año y se celebra en Sacsayhuaman. El Inca efectúa una invocación al Sol. Luego es llevado su litera por grupos que representan a los habitantes de las cuatro naciones. Los participantes toman en serio su papel muy y el espectáculo es un desenfreno de color, de música y de bailes.
En la época, la muchedumbre esperaba la aparición del Dios Inti con gran respeto. Cuando el sol aparece expresaban su reconocimiento a través de mucha alegría para la posibilidad de aprovechar cada día del sol y por consiguiente de adorarlo tanto. Durante la ceremonia una llama fue también sacrificada para prever el año próximo, en respuesta a esto una gran marcha militar se celebraba y la fiesta se proseguía así durante varios días.
La ceremonia actual se efectua el 24 de junio de cada año y se celebra en Sacsayhuaman. El Inca efectúa una invocación al Sol. Luego es llevado su litera por grupos que representan a los habitantes de las cuatro naciones. Los participantes toman en serio su papel muy y el espectáculo es un desenfreno de color, de música y de bailes.
jueves, 19 de noviembre de 2015
Turrón de Doña Pepa
HISTORIA
Se atribuyen tradicionalmente dos orígenes al tradicional postre limeño, que recuerda a la esclava Josefa Marmanillo, proveniente del cercano valle de Cañete, reconocida como buena cocinera:
La primera historia y la más difundida en la historia oral y escrita, cuenta que hacia fines del siglo XVIII, Josefa Marmanillo comenzó a sufrir una parálisis en los brazos, enfermedad que posibilitó que fuera liberada de la esclavitud, pero al mismo tiempo -al impedirle trabajar- la dejaba sin posibilidad de sustento: en tales circunstancias escuchó rumores sobre los milagros que realizaba la imagen del Cristo de Pachacamilla, viajó hasta Lima, y tanta fue su fe y devoción que se recuperó de su enfermedad, y en agradecimiento creó el dulce dedicado al Cristo de Pachacamilla, actualmente llamado Señor de los Milagros. En la siguiente salida del Señor, Josefa levantó el turrón, ofreciéndoselo.
Al regresar a Cañete, la esclava aseguraba que el Cristo la había mirado sonriendo mientras bendecía la ofrenda. También existe la versión que Josefa llevó una primera vez el turrón a la procesión y se lo ofreció al Cristo de Pachacamilla, curándose al retornar a Cañete. En cualquier forma, en los años posteriores siempre regresó a Lima para ofrecer su turrón en las procesiones del Cristo morado a los fieles, tradición que continuaron su hija, su nieta, y las generaciones posteriores.
La segunda refiere que un virrey organizó un concurso premiando a quien hiciera un alimento agradable, nutritivo y que se pudiera conservar por varios días: la ganadora no fue otra que Josefa Marmanillo, por lo que su apodo «Doña Pepa» quedó asociado al postre.
Diversos documentos del siglo XIX dan cuenta que el postre en ese entonces también se conocía como «turrón de miel» o «turrón del Señor de los Milagros», como un mejoramiento y modificación del clásico turrón español con elementos nuevos y originales, el bautizo definitivo con el nombre «turrón de Doña Pepa» en recuerdo de su inventora, se produjo recién a inicios del siglo XX.
Se atribuyen tradicionalmente dos orígenes al tradicional postre limeño, que recuerda a la esclava Josefa Marmanillo, proveniente del cercano valle de Cañete, reconocida como buena cocinera:
La primera historia y la más difundida en la historia oral y escrita, cuenta que hacia fines del siglo XVIII, Josefa Marmanillo comenzó a sufrir una parálisis en los brazos, enfermedad que posibilitó que fuera liberada de la esclavitud, pero al mismo tiempo -al impedirle trabajar- la dejaba sin posibilidad de sustento: en tales circunstancias escuchó rumores sobre los milagros que realizaba la imagen del Cristo de Pachacamilla, viajó hasta Lima, y tanta fue su fe y devoción que se recuperó de su enfermedad, y en agradecimiento creó el dulce dedicado al Cristo de Pachacamilla, actualmente llamado Señor de los Milagros. En la siguiente salida del Señor, Josefa levantó el turrón, ofreciéndoselo.
Al regresar a Cañete, la esclava aseguraba que el Cristo la había mirado sonriendo mientras bendecía la ofrenda. También existe la versión que Josefa llevó una primera vez el turrón a la procesión y se lo ofreció al Cristo de Pachacamilla, curándose al retornar a Cañete. En cualquier forma, en los años posteriores siempre regresó a Lima para ofrecer su turrón en las procesiones del Cristo morado a los fieles, tradición que continuaron su hija, su nieta, y las generaciones posteriores.
La segunda refiere que un virrey organizó un concurso premiando a quien hiciera un alimento agradable, nutritivo y que se pudiera conservar por varios días: la ganadora no fue otra que Josefa Marmanillo, por lo que su apodo «Doña Pepa» quedó asociado al postre.
Diversos documentos del siglo XIX dan cuenta que el postre en ese entonces también se conocía como «turrón de miel» o «turrón del Señor de los Milagros», como un mejoramiento y modificación del clásico turrón español con elementos nuevos y originales, el bautizo definitivo con el nombre «turrón de Doña Pepa» en recuerdo de su inventora, se produjo recién a inicios del siglo XX.
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